miércoles, 27 de febrero de 2008

Qué esconde el negocio del biodiésel

El crecimiento del negocio del biodiésel en el país es apabullante. En 2007 se produjeron unos 200.000 metros cúbicos del combustible derivado de la soja y se lo exportó por US$ 320 millones. Pero esas cifras quedarán chicas frente a lo que se viene: una oleada de proyectos que podrían elevar la capacidad de producción a entre 3 y 5 millones de metros cúbicos en pocos años. De todos modos, este proceso se desarrolla bien "a la argentina": el negocio está plagado de contradicciones.

Un estudio de los economistas Jorge Schvarzer y Andrés Tavosnanska, del Centro de Estudios de la Situación y las Perspectivas de la Argentina (CESPA), que depende de la UBA, pone de manifiesto algunas de los dilemas que atraviesa el sector. Por caso, apunta que las florecientes exportaciones de biodiésel sólo son posibles porque el producto tributa 2,5 % (5 % de retenciones menos reintegros de 2,5 %) cuando su materia prima, el aceite de soja, debe aportar al Estado un 32 %. Esto explica porque hicieron punta en el negocio las aceiteras, que prefieren convertir aceite en biocombustible para esquivar el guadañazo fiscal. Pero también revela un hilo muy delgado: millones de dólares de inversión pueden irse al tacho por decisión de un funcionario.

Otras contradicciones son de sentido común. La Argentina está gastando cerca de US$ 1.000 millones anuales para importar el gasoil que le falta, e inclusive exime esas operaciones de impuestos. A la par, se desarrolla una industria del biodiésel (que puede reemplazar al gasoil) netamente exportadora. Claudio Molina, de la Asociación de Biocombustibles, dice que es necesaria una urgente revisión de la legislación. Esta fija que en 2010 debe ser obligatorio cortar el gasoil con 5 % de biodiésel y que el Estado incluso podría adelantar esa fecha. Pero reserva ese negocio para sociedades conformadas por productores. Así, quienes hoy tienen biodiésel no pueden volcarlo al mercado interno.

Hasta el momento hay ocho empresas habilitadas por la Secretaría de Energía para producir biodiésel, aunque muchas pequeñas plantas lo hacen sin esa homologación. Ese conjunto, según el CESPA, tiene una capacidad instalada de 745 mil metros cúbicos. Molina calcula que la inversión realizada hasta ahora fue de unos US$ 110 millones. Se destacan los proyectos de Vincetín-Glencore y de AGD-Bunge. Entre ambas explican medio millón de metros cúbicos.

Pero también existen varias plantas en construcción -por otros US$ 187 millones- que permitirían duplicar en breve la capacidad instalada del país. Aquí aparecen proyectos de Dreyfus, Oil Fox, Eurnekian, Patagonia Bioenergía, Molinos Río de la Plata. Adicionalmente, en el rango de anteproyectos, vendrían en camino otros 855 millones en inversión, que permitirían cuadruplicar la capacidad actual o todavía más. El CESPA estima que la Argentina podrá producir 3 millones de metros cúbicos. La Asociación de Biocombustibles habla de 5 millones. En ambos casos se aclara que la inmensa mayoría de los actores apunta al negocio de la exportación, especialmente a la Unión Europea.

"Más allá de las intenciones que manifiesta la Ley de Biocombustibles, de contribuir a la participación de las Pymes y los productores rurales, las grandes inversiones están moldeando una industria del biodiésel concentrada en manos de las empresas aceiteras", apuntan los economistas de la UBA. Sus proyecciones hablan de que tan sólo una decena de firmas explicará 88 % de la producción de biodiésel. Y que todas apuntan al exterior.

Fuente: Clarín

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