EE.UU. y Europa impulsan el reemplazo del petróleo por etanol y biodiésel. El campo espera y celebra una mayor demanda, pero crecen las críticas.
Damián Kantor.dkantor@clarin.com
Suena alarmista pero digámoslo de una vez: el petróleo se está acabando. Aunque su final no es inminente, estimaciones privadas recientes indican que la producción de crudo a nivel mundial está en declive, y que su extracción cada vez resulta más difícil y costosa. En este contexto, no sorprende que las grandes potencias del mundo consideren a los biocombustibles —la energía verde— como la mejor alternativa disponible.
Este lento proceso de cambio de paradigma energético tiene dos perspectivas. La Argentina es el principal exportador en aceites vegetales y el segundo en maíz, los insumos básicos para producir biodiésel (sustituto del gasoil) y etanol (de la nafta). Por eso, los optimistas creen que la expansión de la demanda mundial, fogoneada principalmente por los Estados Unidos, puede favorecerla en los próximos años. Pero hay quienes vaticinan que esa mayor demanda provocará una suba en los precios de los alimentos, que impactará sobre todo en los sectores más pobres. "Lo que se debate es el destino de la producción agrícola, una competencia por el uso de la tierra", sintetizó Ricardo Delgado, economista de la consultora Ecolatina.
En un punto coinciden todos: la escalada del precio del petróleo no tiene freno, y la tendencia parece irreversible. Hace 10 años costaba 10 dólares el barril. El viernes, cotizaba a 64, y en alza.
En un artículo publicado en Canadian Dimension Magazine, Jack Santa-Barbara, un analista en temas energéticos y ambientales, interpretó que eso pasa porque "alrededor de dos tercios de los países que son grandes productores de petróleo han llegado a su pico de producción, es decir que alcanzaron el punto donde han extraído la mitad de sus reservas de petróleo".
Así, añade el experto, "el mundo usa cada vez más energía para producir energía". Es decir, "la energía neta del petróleo ha declinado ya de 100 a 1 a principios del siglo XX, a menos de 20 a 1 hoy en día", concluyó. En otras palabras, hay menos combustibles fósiles y cada vez resulta más costoso extraerlo.
Demanda
En su última gira por latinoamérica, George Bush acordó con su par brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, impulsar en la región la creación de un polo productor de biocombustibles, que garantice el abastecimiento. La Casa Blanca pretende reemplazar un 20% de combustibles derivados del petróleo por etanol, un combustible renovable elaborado con maíz y caña de azúcar. Harán falta, entonces, 130.000 millones de litros para satisfacer la demanda norteamericana. Un artículo reciente de The Economist, sostuvo que los EE.UU. sólo puede producir una séptima parte de esa cantidad, básicamente por la falta de tierra.
Además, hay que tener en cuenta que la Unión Europea también se autoimpuso la obligación de reemplazar en 2010 al menos un 5,75% del petróleo que consume el transporte. Meses atrás, su consejero agrícola Gustavo Idígoras, admitió que la región está en la mira. "Los europeos —dijo— no tenemos manera de cumplir por nuestros propios medios con las obligaciones de sustituir gasoil por biodiésel. Vamos a necesitar entonces de exportadores, y a la cabeza de esa lista están Brasil, la Argentina y Malasia".
El campo, así, no para de recibir buenas noticias. Según cálculos de la Secretaría de Agricultura, este año se producirán más de 45 millones de toneladas de soja y más de 20 millones de toneladas de maíz; todo por la mayor demanda exterior y la suba de precios internacionales. Por si fuera poco, los productores ya sacan cálculos sobre los réditos que obtendrán gracias a ley de fomento a los biocombustibles, sancionada exactamente hace un año atrás. La norma establece que a partir de 2010 las naftas y el gasoil deberán mezclarse con un 5% de etanol y biodiésel, respectivamente. También, establece generosos beneficios fiscales a quienes instalen biorrefinerías en el país.
El uso de fuentes energéticas alternativas al petróleo, de esta forma, recibe estímulos adentro y afuera. Pero tras el acuerdo entre Bush y Lula comenzaron a escucharse las primeras críticas. El venezolano Hugo Chávez y Fidel Castro atacaron duramente el uso de los alimentos para producir combustibles. Y advirtieron además sobre los costos para el medio ambiente. La polémica no tardó en llegar al país.
En principio, aún con el petróleo a 64 dólares, la adopción de los biocombustibles no es la opción más económica. Claudio Molina, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles, estimó, que sin incentivos fiscales de por medio, "producir etanol resulta ventajoso si el petróleo está entre 70 y 80 dólares. Y entre 90 y 100 dólares es el corte del biodiésel". Firme impulsor de los carburantes renovables, Molina advierte que "el peligro mayor es que el petróleo se vaya a 100 dólares, y que los productores se dediquen a producir biocombustibles en desmedro de los alimentos".
Para el ejecutivo, el impulso de los Estados Unidos producirá en el país un aumento de la oferta y la productividad. "Ya existen presiones en los países centrales para eliminar los subsidios agrícolas", uno de los reclamos más viejos de los países en vía de desarrollo, entre ellos la Argentina.
Contra los subsidios
Martín Fraguío, de MAIZAR, opinó sobre el impulso al etanol: "La mejor noticia para todo el mundo es que el mayor consumo de maíz amortigua el efecto negativo de los últimos 40 años de subsidios agrícolas en los EE.UU. y Europa". De esta forma salieron al cruce de declaraciones formuladas por el titular del INTI, Enrique Martínez (ver recuadro). Hoy, en el mercado interno, el maíz se usa como alimento para el ganado y las aves, y en la elaboración de gaseosas.
Los productores de maíz sostienen que los cuestionamientos no tienen asidero, porque el etanol se elabora sólo con el almidón, es decir, el componente más perjudicial para el ganado. Lo mismo ocurre, aseguran quienes se dedican a la caña de azúcar, radicados principalmente en Tucumán. "El bioetanol es un derivado de la melaza, un subproducto de la caña de azúcar", dijo a Clarín Miguel Angel González, presidente de Atanor, una firma dedicada a la producción de agroquímicos. El año pasado, se produjeron 203 millones de litros de bioetanol, según datos del Centro Azucarero Tucumano. Un 30% del total fueron destinados a las exportaciones, por un valor de 30 millones de dólares.
El investigador de la UBA, Víctor Bronstein, se anotó en la polémica, y cuestionó el acuerdo entre EE.UU. y Brasil. "En las condiciones actuales, los biocombustibles provocarán aumento en los precios de los alimentos, disminuirán la fertilidad de los suelos y no solucionarán el problema energético mundial que se avecina", sentenció.
A modo de conclusión, Ricardo Delgado, de Ecolatina, expresó en forma conciliadora: "Actualmente el mundo consume entre cuatro y seis veces más petróleo del que descubre y un 80% proviene de pozos puestos en producción a comienzos de la década del setenta. La necesidad de diversificar las fuentes de energía, ahora o algo más tarde, no parece, con todo, un punto de discusión".
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